Una de las premisas de la mayoría de los viajeros es descubrir la esencia de la tierra que pisa: costumbres, gastronomía, paisajes, ritos y, cómo no, sus palabras. De La Alpujarra es más que conocido el plato alpujarreño, el jamón, el blanco de sus casas o la impresionante belleza de sus montañas, pero ¿qué pasa con su léxico?
La Alpujarra es una zona marcada por el agua, la tierra o la agricultura y, cada vez más, por el turismo. A esto hay que sumarle que la gran mayoría de pueblos de La Alpujarra se han convertido en un reclamo de calma y bienestar para miles de extranjeros y emprendedores que han terminado por afincarse.
Y no me extraña, una vez que pisas esta tierra mágica es complicado que parte de tu corazón no se quede en ella.
Ese goteo constante de estímulos externos ha conseguido que el léxico alpujarreño cambie. El proyecto vitalidad léxica, Vitalex, dirigido por investigadores de la Universidad de Granada, tiene como premisa estudiar ese cambio que ha vivido La Alpujarra a nivel cultural y, en especial, en sus palabras.
Estos estudios que arrancaron con Manuel Alvar, dialectólogo español, ya han determinado que en los municipios de La Alpujarra alta la esencia léxica se ha mantenido con firmeza, sin embargo, en los pueblos más cercanos a la costa gran parte se ha diluido.
Orígenes árabes en el léxico alpujarreño
La Alpujarra fue el último reducto morisco que cayó durante la Reconquista. Esto ha supuesto un legado en la gastronomía, las acequias, la forma de tejer las jarapas y, por supuesto, en las palabras de uso común.
Bancal y balate
Un bancal es una porción de tierra que se labra para que quede nivelada formando terrazas ideales para el cultivo. La separación de estas terrazas se realiza a través de una especie de escalones, de poca anchura y gran pendiente, construidos con piedra y barro llamados balates.
Los estudios creen que ambas palabras, bancal y balate, proceden del árabe hispánico. Bancal surgiría del término manqála “ordenamiento del terreno” y balate de balāṭ “camino empedrado”.
Una curiosidad, ¿te imaginas cómo usan también las abuelas alpujarreñas la palabra balate? Con la comida. Una receta que hace balate es sinónimo de estómago bien lleno y, en mi opinión, también de mucho cariño. Pues quien quiera agasajarte con platos que consiguen un buen balate, como el puchero de hinojos, no solo te estará brindando una explosión de sabor, sino el amor cocinado a fuego lento.
Acequiero y alberca
Muchísimas de las palabras alpujarreñas relacionadas con el agua y cualquier construcción para el regadío también cuentan con un origen árabe.
Una de ellas es acequia que nació con el término sāqiyah o saqiya “dar de beber” y de ahí, que la persona encargada de mantener y guiar las acequias sea para los alpujarreños el acequiero.
Antes de que fuera común que los cortijos y casas de la zona contaran con piscinas para refrescarse en verano, los niños aplaudíamos que nos invitaran a pasar la tarde en uno que tuviera una alberca. Una alberca no es otra cosa que una excavación en la tierra o, en algunos casos, una construcción metálica en alto, en la que se almacena agua para el riego y cuyo origen es la palabra birkah “charco”.
Otras palabras alpujarreñas que debes conocer
¿Quieres saber cómo son los vecinos de La Alpujarra? Habla con ellos. Encontrarás valores tan preciados como la hospitalidad, la generosidad o la alegría y podrás comprobar cómo es el juego de la sonoridad de sus palabras.
Ablentar y Desfarfollar
Son dos verbos cuya raíz brota del campo. Ablentar significa echar al viento el cereal, una vez trillado, para separar la paja del grano. Sin embargo, no de mies habla solo esta palabra.
Si escuchas a algún alpujarreño decir “tiene mucho viento y poco que ablentar” no es precisamente un piropo.
Y lo mismo ocurre con desfarfollar. Significa limpiar las mazorcas de maíz de las hojas que lo envuelven (farfollas). Así que si un lugareño dice «esto es farfolla» te puedes imaginar que poco valor tiene a lo que se refiere.
Espuerta y rempuja
Son cientos las palabras que dan luz a la vida en La Alpujarra, pero en esta pequeña selección no podían faltar unas relacionadas con dos de los elementos naturales que identifican las costumbres y tradiciones de esta tierra: el esparto y la paja.
La espuerta es una especie de cesta con asas confeccionada, normalmente, de esparto. Una espuerta se utiliza tanto para almacenar los troncos que calentarán las chimeneas de pizarra como para transportar distintos frutos como las aceitunas.
Y, por último, la rempuja. Ese sombrero de paja que se han colocado durante años quienes han sembrado y labrado los bancales de La Alpujarra para protegerse del calor.
Recuerdos almacenados en palabras
Se dice que uno de los sentidos más potentes para hacer brotar nuestros recuerdos es el olfato. Es oler determinada fragancia y el sinfín de imágenes que se despiertan es abrumador.
Las palabras también tienen ese poder.
Rempuja puede ser un sombrero de paja o una tarde con los abuelos comiendo higos. Bancal, un pedazo de tierra o el paraíso en el que jugar cada domingo. Espuerta, una simple cesta o un día de risas y castañas al fuego.
Quien descubre el léxico alpujarreño mantiene y difunde un legado cultural que va más allá de las sílabas que lo conforman. Vive La Alpujarra con cada sentido. Saborea, escucha, huele, toca, mira y cuenta lo experimentado.
¿Cuál es tu palabra alpujarreña favorita?
Amor y luz.
Beatriz Fiore